Absolutamente todo. Para entender esta afirmación tan rotunda (y tan basada en la evidencia científica existente) es necesario conocer el hecho de que la lengua es el músculo del cuerpo con más fuerza en relación a su tamaño. ¿Y qué funciones cumple la lengua en la vida diaria de las personas? Muchísimas. La lengua interviene muy activamente en los procesos de habla, masticación y deglución. Además existen muchas otras funciones en las que también participa en mayor o menor grado y que pueden estar más o menos presentes en el día a día, como por ejemplo, la succión. Además cabe destacar la alta frecuencia con la que vemos tics o hábitos nocivos relacionados con la boca, como pueden ser la onicofagia o el bruxismo, que por supuesto influyen directamente en las funciones que realiza nuestro sistema estomatognático. Pero no entraremos en cuál puede ser la causa y la consecuencia de tal o cual alteración, ni en enumerar cada una de ellas. Saber si antes fue el huevo o la gallina, es cuestión de investigar más a fondo en cada caso.
Vamos a centrarnos de manera genérica en la simetría facial.
Todos sabemos que la lengua se sitúa en la cavidad oral, justo por detrás de los dientes (en el mejor de los casos, claro) y que abarca gran parte de este espacio tan importante y tan amortizado.
¿Qué pasa si ejercemos una fuerza excesiva con la lengua en los dientes al tragar?
¿Qué pasa si la posición lingual se sitúa normalmente en un espacio que no es el que le toca?
LA FUNCIÓN ES RESPONSABLE DE LA FORMA (y quien hace deporte frecuentemente, lo sabe)
La respuesta generalmente nos la van a dar la mordida y la posición de los dientes.
La función que realiza la lengua, es responsable de la forma de las estructuras próximas. Y los primeros en sufrir siempre serán los dientes, por proximidad y por el impacto directo que se produce de manera inmediata.
El resultado estético de un patrón deglutorio disfuncional, es evidente. Y da igual la aparatología que utilicemos para corregir esa posición. Si la lengua empuja, si la función no es fisiológica, con el tiempo se producirá una recidiva y el resultado de la ortodoncia acabará revirtiéndose. Y el bolsillo también habrá sufrido.
En casos más complejos o instaurados, también será responsable de la alteración de otras funciones, como la respiración o la digestión. Entonces vamos a plantearnos algunas preguntas más.
¿Por qué tengo ojeras y además no soy capaz de estar cómodx con la boca cerrada?
¿Por qué necesito beber agua constantemente mientras estoy comiendo?
¿Por qué tengo un lado de la cara más largo que otro?
¿Por qué, además de todo esto, mis digestiones son lentas?
He llevado invisaligne ¿por qué mis dientes vuelven a su posición anterior?
Demasiadas cuestiones. Cada caso es diferente, pero la clave (casi) siempre está en el nuestra manera automática de realizar funciones cotidianas que jamás nos habíamos planteado. La respuesta idónea nos la dará un logopeda especializado tras una valoración exhaustiva de nuestros hábitos diarios y un examen clínico de la motricidad orofacial. Evidentemente, el requisito número uno del tratamiento estructural y funcional del sistema orofacial es la colaboración ente el odontólogo y el logopeda, con el paciente como vértice y principal protagonista del proceso de instauración del nuevo (y fisiológico) hábito.
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